*En los márgenes del Río Atoyac, en docenas de restaurantes, el camarón de agua dulce es preparado enchipotlado, en salsa de chicatanas, enmantequillado o al mojo de ajo
Miguel Ángel Contreras Mauss
Córdoba, Ver.- El color azulado de los langostinos, una especie de camarón de agua dulce, cambia drásticamente a un rojizo intenso cuando pasa por el fuego abrasador.
En los márgenes del Río Atoyac, en docenas de restaurantes es habitual ver ese rojizo en los platillos de los comensales; una delicia culinaria que caracteriza a esta región veracruzana.
Ahí, sobre la carretera estatal Córdoba-Paso del Macho, en el poblado de Potrero Nuevo, Patricia Magdalena León Ramírez, deleita a propios y extraños desde uno de los más antiguos restaurantes de mariscos: “El Rinconcito”.
Desde hace 40 años ha logrado conquistar el paladar de los pobladores y visitantes con su variedad de platillos, pero es el langostino el que forma parte de su identidad.
“Por muchos años hemos dado fama no sólo a nivel regional, sino nacional e internacional. Mis padres Teo León y Rosalía Ramírez fueron los pioneros en el municipio; ahora yo continúo con esta enseñanza que la estoy heredando a mis hijos”, comentó.
“El Rinconcito”, se distingue por el platillo que aunque muchos han imitado, nadie ha igualado: el langostino enchipotlado.
Pareciera una receta sencilla, sin embargo, son los ingredientes secretos y el amor los que hacen una mezcla perfecta para darle la sazón a sus crustáceos.
“En los años 80 comenzó la fiebre de este rico langostino enchipotlado, hemos ya introducido nuevos platillos como los a la diabla y la chilpalla”, recuerda.
Comer el manjar con las manos, afirma, es la forma más placentera de saborearlos a la diabla, con salsa de chicatanas, enmantequillados o al mojo de ajo.